La extraña muete del general Juan Lavalle

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Fuente: Josué Igarzabal, Reflejos del pasado, Círculo Militar, Buenos Aires, 1964.
 
 
 
Después de la derrota sufrida en Famaillá el 19 de septiembre de 1841, el general don Juan Lavalle mandó ensillar, y con los 200 hombres que le quedaban se retiró hacia Jujuy.
Al llegar a Salta conoció a Damasita Boedo, hermana del coronel Boedo, una hermosa joven rubia, de ojos azules, que no llegaba a los 25 años de edad, y, enamorado de ella, se la llevó en su retirada.
En la madrugada del 7 de octubre hizo alto sobre el río Sauce, desde donde destacó al comandante don Pedro Lacasa hacia Jujuy, llegando él ese mismo día por la noche. En Jujuy encontró que las autoridades habían fugado hacia la quebrada de Humahuaca, dejando acéfalo el gobierno.
A las 02.00 horas del día 8, el general Lavalle hizo acampar a sus tropas en unos potreros de alfalfa en los suburbios de la ciudad, en el lugar llamado La Tablada.
El general llegó enfermo, después de una marcha de dieciocho leguas en quince horas al tranco, los disgustos del día y el abatimiento que se había apoderado de su espíritu al ver derrumbarse todas las posibilidades de seguir la lucha.
Ocupó una casa en la ciudad en la que había estado alojado el doctor don Elías Bedoya, en calidad de enviado del general la noche del 8 de octubre, con su secretario don Félix Frías, el teniente don Celedonio Álvarez con ocho hombres de su escolta y su ayudante Lacasa, que era ese día el edecán de servicio; por supuesto que también iba Damasita con el general.
En medio del profundo silencio de la noche comenzó a despuntar el alba del sábado 9 de octubre de 1841. En la madrugada trágica, una partida federal con unos 30 hombres, al mando del teniente coronel Fortunato Blanco, llegó al paso de sus cabalgaduras cerca de la casa donde se alojaba Lavalle.
Al ruido, salió Damasita, e interrogada por el paradero de Lavalle, contestó que, efectivamente, habíase alojado allí, más que, en ese momento, se encontraba en el campo de La Tablada.
Cerróse la puerta de calle enseguida; Lacasa, que se hallaba durmiendo en la habitación de enfrente, ala derecha, en compañía de Félix Frías, se despertó y prestamente salió al zaguán, y por la puerta que no se había cerrado todavía alcanzó a divisar una partida de federales.
Rápidamente dio la voz de:
–¡A las armas!
Las huestes enemigas parecían completamente desorientadas y no aprovecharon la circunstancia favorable de hallarse abierta la puerta de calle.
Ignoraban, por otra parte, que en ella se encontraba el general Lavalle. Lacasa hizo poner de pie a los soldados que se encontraban en el patio y corriendo al fondo de la casa se dirigió al general para pedirle órdenes. No era Lavalle un hombre de intimidarse lo más mínimo por este suceso, y antes de tomar medidas, inquirió:
–¿Qué clase de enemigos son?
–Son paisanos –respondió Lacasa.
–¿Como cuántos?
–Veinte o treinta.
–No hay cuidado entonces; vaya usted, cierre la puerta y mande ensillar, que ahora nos hemos de abrir paso.
La puerta de calle fue cerrada con precipitación, lo que produjo aún mayor recelo en la fuerza enemiga, que viendo en ello una señal de resistencia, decidió echarla abajo por algún procedimiento.
Lavalle salió al segundo patio cubierto con una bufanda de vicuña, dado lo temprano de la hora y estado de salud. De valor personal, temerario y de acuerdo a su costumbre, no es extraño que se presentara en el momento de peligro sin ceñir su espada.
El acero que lo acompañó en las guerras de la independencia lo extravió su asistente en la batalla de Famaillá, por lo cual su secretario le obsequió una espada que fue la que le acompañó hasta su muerte.
Quería disponerlo todo por sí mismo con su arrojo y su intrepidez ante el peligro.
Pero ahora no se trataba de combatir con 97 granaderos contra 500 soldados enemigos, como en Río Bamba, o 100 contra 300, como en Pasco; ahora era una escaramuza, una especie de búsqueda policial inquiriendo de qué se trataba.
Al llegar a la siguiente puerta, que estaba cerrada, el general observó la partida por el ojo de la cerradura; en ese momento sonó un balazo..., luego dos más, tirados contra la fuerte y tosca puerta de cedro que guardaba la entrada principal de la casa. Este fuego sin dirección, hecho por la patrulla federal contra la casa, tuvo una virtud que ellos no soñaron. Una de las balas penetró por la cerradura e hirió mortalmente al general Lavalle, quien se dobló hacia adelante. La bala, que luego conservaría el general don Bartolomé Mitre como una reliquia, se alojó en su garganta.
La herida era mortal. El general cayó cerca del zaguán. Su sangre, que manaba en abundancia, empapó su bufanda de vicuña.
El autor de su muerte era un mulato llamado José Bracho, quien luego habría de conocerse entre algunos federales como el "héroe de la cerradura".
Lacasa, que había precedido a su jefe penetrando en la habitación, salió precipitadamente y encontró a Lavalle en el suelo en los estertores de la agonía. Luego quedó inmóvil, con los ojos abiertos hacia la puerta del zaguán que habría de ser famosa, y por donde su arrojo había pensado buscar la libertad en una arremetida audaz.
Nada podía ser más inesperado que el trágico fin del jefe que los había llevado a tantas batallas.
Algunos corrieron a incorporarse al grueso de las fuerzas que no lejos de allí estaban al mando de Pedernera, quien desde aquel momento tuvo que asumir el mando de las huestes, cada vez más diezmadas.
Estando en los preparativos para continuar la retirada, con el cadáver del general, se presentó Damasita al general don Juan Esteban Pedernera, quien al verla le dijo:
–Mire usted, Damasita: el general ya ha muerto; me parece por lo mismo que su presencia aquí ya no tiene objeto. Seguramente que usted desea volver al seno de su familia, y si esto es así, le haré dar todos los recursos necesarios para que usted regrese a su casa.
Pero ella, que era de un alma entera, replicó con admirable entereza:
–Señor general: cuando una joven de mi clase pierde una vez su honra, no puede volver jamás a su país. Prepáreme usted una mula para seguir yo también adelante, y vivir y morir como Dios me ayude.
En casa del general don Juan Gregorio de Las Heras, a los pocos días de la muerte del general Lavalle, se hallaban reunidos el general Deheza, el coronel De la Plaza y el general don Mariano Necochea. Al tener conocimiento de la tragedia, el último dijo:
–¡Pobre Juan! Los malos ejemplos de don Simón le habían trastornado la cabeza.
–El terreno estaba bien preparado –agregó otro de los presentes.

El cadáver permaneció bastante tiempo tirado en el suelo, hasta que el general Pedernera dispuso que fuese levantado.




Una muerte por demás extraña,que por ser  quien era el General Lavalle nos resulta aun,mas curiosa.
No me creo en la necesidad de presentar a nuestro personaje;para algunos un héroe,para otros el asesino de Dorrego y quien enciende la mecha entre unitarios y federales.
No es este el foro apropiado para un análisis histórico,es si el análisis de su muerte lo que nos importa.
Leamos a Ygarzabal":Al llegar a la siguiente puerta, que estaba cerrada, el general observó la partida por el ojo de la cerradura; en ese momento sonó un balazo..., luego dos más..."


El General Lavalle era un soldado probado a fuego en muchas batallas.Lejos de ser un improvisado era un conductor valiente y arriesgado,lo prueban los innumerables actos de valentía de su larga historia militar entonces,es difícil de entender que un soldado entrenado en el campo de batalla,sabiendo que la partida intentaba asesinarlo se arriesgara a poner su cuerpo detrás de la posible metralla.luego dos más, tirados contra la fuerte y tosca puerta de cedro que guardaba la entrada principal de la casa. Este fuego sin dirección, hecho por la patrulla federal contra la casa, tuvo una virtud que ellos no soñaron. Una de las balas penetró por la cerradura e hirió mortalmente al general Lavalle, quien se dobló hacia adelante. La bala, que luego conservaría el general don Bartolomé Mitre como una reliquia, se alojó en su garganta.




Nos cuenta el historiador que,dos disparos penetraron la puerta de cedro,dichos disparos fueron hechos sin direccion.Veamos este parrafo:Hagase la siguiente prueba,pidasele a cualquier persona que,de forma espontanea señale un punto en la pared,es decir,indiquele que toque con e ldedo un punto cualquiera en la pared.Lo que vera a continuacion es que la persona lleva el dedo a un punto que coincide con la altura de sus propios ojos.Jamas un sujeto,(excepto que sufra de dislepsia) apuntara mas abjo o mas arriba,es una respuesta fisiologica la que nos impele a apuntar siempre a la altura de los ojos,entonces el hitoriador comete un error entedible al no haber sido testigo ocular del hecho:el soldado apunto en direccion a la puerta "muy por encima de la cerradura".
Y estoy de acuerdo con el en que los disparos tubieron una virtud que ellos no soñaron,nadie hubiese soñado con una bala entrando por una cerradura .
El General Lavalle,despues del primer disparo continuaba viendo a traves del ojo de la cerradura ¿para que?.Un militar de la talla inmensa de Lavalle,ante el primer disparo hubiese tomado cubierta contra la vista y el fuego y repelido la agresion,en cambio no hizo nada de esto,solo se quedo mirando por la cerradura mientras le disparaban.
He sido militar,he sido entrenado por los mejores oficiales que ahora ocupan cargos muy importantes en el Ejercito Argentino,en mi vida privada me he encontrado con la necesidad de cubrirme y abrir fuego en alguna oportunidad ante un acto delictivo:uno no se queda quieto ante el primer disparo.Tengo un orificio de entrada y uno de salida en mi costado izquierdo por indesicion en el momento menos oportunoy,no recibi el segundo por quitar el cuerpo a la bala,Lavalle no pudo quedarse a mirar como le disparaban a la puerta,jamas.

Un poco de balistica de exteriores:

Nos cuenta el historiador que Mitre se quedo con la bala que mato a Lavalle ,noera una bala como la conocemos en la actualidad,los revolveres de aquella epoca era de "anima lisa",es decir sus cañones no estaban estriados.
La estria en el cañon hace que la municion al salir de la boca de fuego mantenga una direccion constante,gire sobre si misma y conserve un movimiento helicoidal que logra la direccion.Las armas de 1800 no tenian estrias,es decir,no se podia apuntar a un blanco con seguridad a mas de diez metros,a partir de alli,la bala tomaba el rumbo que queria,en funcion del viento o de factores agenos al disparo.Entonces,¿para que dispararle auna puerta cerrada sin saber que del otro lado habia alguien?.Lo mas logico seria derribar la puerta y entrar disparando a todo lo que se mueve.No hicieron eso,por el contrario,le dispararon a una puerta de una madera durisma a la cul apenas podian astillar con las cargas de polvora de la epoca .Recordemos que los grains de los revolveres eran notablemente inferiores que los de ahora.

Mas alla de los "hechos historicos",sabemos que es imposible que un soldado disparara mas abajo de la linea de sus ojos,que es inadmisible que le disparara a una puerta sin sentido y que una municion de la epoca adoptara un derrotero tan extraño que entrara por el ojo de una cerradura siendo disparada mucho mas arriba de esta.Estariamos ante la presencia de una bala que al ser disparada ,bajo,describio una curva descendente,freno e ingreso por un orificio "mucho menor que ella",a esa altura,el disparo hubiese perdido efectividad y no se podria alojar en el cuello de Lavalle.
Por otro lado,el general Lavalle despues del primer disparo debio levantarse y acudir a las armas,es decir que la cerradura estaria a la altura de la cadera en ese momento.Nos encontramos con una bala que,bajo,describio una curva,penetro por la cerradura y "busco" el cuello del general.Inadmisible.

El autor de su muerte era un mulato llamado José Bracho, quien luego habría de conocerse entre algunos federales como el "héroe de la cerradura". 


Era un peloton conjurado para matar a Lavalle,es decir varios hombres armados disparando al unisono,pues los revolveres de la epoca disparaban solo una carga.Si la historia nos cuenta que se realizaron tres disparos,¿como pudieron saber que fue Jose Bracho el autor del disparo.Tal vez tengamos que buscar la respuesta en lo que señala el historiador:"era un mulato".... .

La muerte del general Juan Galo de Lavalle jamas sera desvelada,un heroe tiene derecho a morir como quiere y la historia debe proteger su imagen;si la historia quiere que sea por un mulato y a traves de una cerradura mediante una bala erratica,que asi sea,si quiso pegarse el mismo un pistoletazo en la garganta,tambien tenia derecho.